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Ha pasado un tiempo desde la última vez que escribí en el blog. Realmente demasiado, de hecho no diré cuánto porque es obvio y porque me da vergüenza. No trato de justificarme ni de quejarme, pero la verdad es que los últimos meses no han sido fáciles para mí. En el aspecto laboral, he tenido algún que otro desencuentro que os contaré más adelante. Además, he decidido prepararme las oposiciones en el mejor de los años que, aunque no es mi único objetivo, ha sido un acierto hacerlo precisamente este año. En resumen, o no he tenido tiempo, o cuando lo he tenido, no me he sentido con los ánimos suficientes para escribir, aunque repito, no sea suficiente justificación. Pero ya era hora de retomar el blog, y un toque de atención mediante una nominación al Versatile Blogger Award (a la que ya responderé) me hizo «obligarme» a mí misma a hacerlo.
Con esta entrada quisiera manifestar una reflexión/preocupación que estoy segura también compartís, y que no deja de dar vueltas en mi cabeza, sobre todo en los últimos tiempos. Estos «últimos tiempos», sí, qué buena excusa para muchos de los que están arriba a costa de la gente honesta de este país. Así, en estos tiempos de crisis (quería evitar la palabra pero no he podido), todos parecemos querer arreglar el mundo. La conversación siempre es la misma, «lo que deberían cambiar es la justicia», «no, el sistema económico», «no, lo que está peor es…», y así sucesivamente. Pero, en lo que creo que la mayoría está de acuerdo, es en que la salud y la educación son dos asuntos básicos.
¿Me equivoco? Pues bien, parece que no todos piensan así, y últimamente muchos se están olvidando de este último asunto básico para cualquier país: la educación. De hecho, creo que la educación es el campo al que mayor importancia deberían dar los gobiernos y la sociedad en general. Es más, es la educación la que lo mueve todo. ¿Por qué? Sencillamente, porque es durante estos años de escolarización durante los que los chicos se forman como las personas que van a ser y cuando deciden qué camino tomarán, si el del éxito
fácil en este país (igual a incultura más mentiras más «ni una chispa de vergüenza»), o al de la honestidad, responsabilidad y amor a tu trabajo. Que suena difícil, pero que no lo es tanto. Así pues, creo que el trato hacia el sistema educativo de un país dice mucho del mismo. Y en éste, precisamente, la educación no recibe un trato muy favorable y, que quede claro, no me refiero solo a estos años de crisis. Que yo recuerde, esto ha sido así siempre.
Para ilustrar esta reflexión, me gustaría compartir con vosotros algunos de los ejemplos que me hacen pensar así, relacionados con los agentes que más influyen en la educación. Algunos de estos ejemplos los he sufrido directamente y otros de forma más indirecta, pero los cuento todos desde mi experiencia:
- El centro, o todo lo que representa a un centro educativo. Es el primer lugar que debe transmitir una buena imagen: una imagen de respeto, de tolerancia, de cultura, en fin, de todo lo que significa la educación. Sin embargo, parece que no todos los responsables de centros educativos comparten esta opinión y están más preocupados en su propia persona o quién sabe en qué. Y que conste que no me refiero a centros privados, concertados o públicos en particular, sino a todos en general. Pese a que soy una gran defensora de la educación pública, he tenido buenas experiencias en centros de otra índole. Dejando claro este aspecto, continúo: no todos tienen claro que lo que dirigen es un centro educativo (= para educar) y no una empresa. Llegados a este punto, no tengo más remedio que daros a conocer mi experiencia en el Colegio Privado Julio César de Sevilla. En resumidas cuentas, este centro se dedica a contratar a gente y a no pagarles. ¿Que se marchan? Pues contratamos a otros, eso sí, en prácticas y cobrando una miseria, si tienen la suerte de cobrar el primer mes. Aunque no es ésta la única irregularidad que se comete en el centro, irregularidades que espero poco a poco vayan saliendo a la luz. Yo, como estuve poco tiempo, no tuve la suerte de conocerlas todas, pero hay quienes sí. No sé lo que pasará porque a veces parece que la justicia está a favor de este tipo de personas, pero de momento ahí está la mecha: http://www.andaluciainformacion.es/portada/?a=214798&i=118&f=0
- La familia. No trato de restar responsabilidad a profesores y demás responsables de un centro, pero los padres son esenciales en la educación de un niño. Por muchas horas que pasen en el colegio o instituto, al final, créanme, el niño va a acabar siguiendo el modelo que observe en casa. Y si los padres no se comprometen a trabajar conjuntamente con el colegio en la educación de su hijo, mal vamos. Volviendo al ejemplo del maravilloso colegio en el que trabajé hasta el pasado mes de diciembre, he podido leer comentarios en los que un familiar insta, básicamente, a que dejemos que los niños terminen tranquilamente el curso y los profesores no nos quejemos tanto. Es decir, padres para los que un centro educativo es simplemente un lugar donde poder tener encerrados a sus hijos.
- Los profesores. Sí, por supuesto que gran parte de la responsabilidad está en nosotros. Sin embargo, la opinión general entre la sociedad sobre este cuerpo profesional no se corresponde con la realidad. Por supuesto que los habrá vagos, sin vocación, e irresponsables. Como en todas las profesiones, pero la gran mayoría no tiene nada que ver con esta opinión generalizada. No importa donde trabajemos, privados, públicos, con niños estupendos o conflictivos, siempre intentamos sacar lo máximo de cada uno de ellos. Así que, por favor, empecemos a respetar a estos profesionales en cuyas manos está una parte importante del futuro de los jóvenes. Y, aunque no debería ser necesario que lo recordara, este respeto incluye, además de la colaboración con los profesores, un sueldo justo y a tiempo. Igual que cualquier profesional.
- La sociedad. Es decir, todos, todos. Aunque los agentes que más influyen en la educación puedan ser los profesores y familiares, todas las personas deberían ser conscientes de la importancia de una educación de calidad. Los medios de comunicación, a quienes no pretendo criticar puesto que simplemente es una reflexión, en primer lugar, deberían de tener una sensibilidad especial hacia la educación. Me vienen a la memoria las imágenes de Valencia, que creo no es necesario explicar a nadie, y algunos de los comentarios de la gente de la calle o de los mismos medios. Que algunos «no saben ni por lo que protestan», «que no deberían estar ahí», por ejemplo. De acuerdo, a esa edad, si hacemos memoria, nuestros pensamientos son algo confusos, pero ¿qué valores estamos transmitiendo si cortamos la libertad de expresión de estos chicos? La cuestión no es si son realmente conscientes, si después cambiarán de opinión o no, si deberían estar ahí o no, sino que en ese momento desean expresar algo y, mientras sea de forma pacífica, no veo razón para interrumpirles. No en un país democrático. Acabáramos.
- El Gobierno. Aquí tendríamos donde extendernos, gracias al inmenso poder que tienen, básicamente para hacer lo que les dé la real gana. No me voy a referir a un color ni a otro, ni a tiempos de crisis ni pasados, porque al fin y al cabo, en materia de educación, todos han mostrado el mismo respeto. No se trata simplemente de la falta de respeto a los mismos profesionales o a futuros profesionales, algo que no entiendo, porque con eso solo pueden minar la motivación de los mismos, lo que no va a mejorar la educación. Me refiero, también, a las leyes relativas a la educación. Por supuesto que se deben realizar mejoras siempre que se pueda, pero lo que no creo que sea para nada favorable al sistema es que éste se cambie cada vez que entre un nuevo gobierno. Simplemente para fastidiar al anterior, porque se trata de eso. Con este comportamiento, aunque estemos hablando de educación pública, solo consiguen acercarse al ejemplo número uno, el del empresario que solo piensa en su empresa.
Como veréis, todos estos ejemplos están relacionados entre sí, porque la educación es una tarea de todos y en la que todos debemos implicarnos en mayor o menor medida. Sin embargo, hasta que un país no es consciente de esto ni se implica como debería hacerlo, cada vez será más difícil salir de la crisis, de ésta o de otra, de avanzar en cualquier aspecto: social, científico, tecnológico, relación con otros países, bienestar… Y, si pensamos en el estado de nuestro país acerca de los aspectos que acabo de mencionar y de muchos más, no es difícil darse cuenta de que España, muy a pesar mío, todavía no se ha dado cuenta de la importancia de la educación. ¿Hasta cuándo va a ser así?